La actividad física diaria y realizada en forma adecuada ha demostrado ser una de las variables a tener en cuenta en el abordaje integral de los tratamientos oncológicos, debido a los aportes físicos, psíquicos y sociales que brinda en la calidad de vida de las personas.
En líneas generales realizar ejercicio regularmente previene patologías crónicas y otorga beneficios inmejorables:
- Reduce el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares y diabetes.
- Disminuye la tensión arterial.
- Fortalece los huesos al aumentar la densidad ósea.
- Disminuye el sobrepeso y equilibra el porcentaje de grasa corporal
- Mejora el estado de ánimo general (incrementa el apetito, la resistencia a la fatiga, reduce la ansiedad, la depresión, ayuda a relajarse e incrementa el trato interpersonal)
- Mejora la capacidad funcional y también el sueño.
En este contexto, es importante también cuidar la periodicidad y modalidad del ejercicio para así prevenir posibles lesiones. El límite se encuentra en la autopercepción del cuerpo en relación a esa actividad y también de acuerdo a las recomendaciones médicas según el tratamiento en cuestión.
Es clave no exigir al organismo, realizar pequeños movimientos de movilidad articular de miembros superiores y sin carga, ni peso; y es conveniente utilizar algún elemento de apoyo, como un bastón o una pelotita de tenis. Es recomendable hacer caminatas breves y diarias teniendo en cuenta el ritmo y la intensidad individual; mantener una adecuada hidratación previa y posterior al ejercicio, y trabajar la musculatura abdominal y la cintura pelviana.
Al finalizar la actividad es muy importante realizar estiramientos, para poder elongar tanto los músculos, como articulaciones, ligamentos o tendones, y de esta manera evitar su contracción y posibles dolores o molestias en consecuencia. Es una instancia importante dentro de la rutina establecida que a su vez da lugar a un espacio de relajación y de conexión con la tríada mente-cuerpo-espíritu con un impacto emocional positivo.
En pacientes oncológicos el ejercicio debe estar enfocado principalmente en el mantenimiento de la masa muscular y en el mejoramiento del estado de ánimo general. Actividades aeróbicas, como andar en bicicleta y caminatas; combinadas con ejercicios de fuerza para tonificar, son rutinas ideales para el bienestar corporal. Pero el detalle debe establecerse en forma personalizada y adecuada a cada organismo, ya que puede variar de acuerdo a cada afección y efectos secundarios en relación.
Además, hay ciertas actividades que pueden estar contraindicadas como por ejemplo natación ya que el agua de las piscinas puede lastimar o resecar la piel más de lo normal y de esta forma se pueden producir lesiones no deseadas. Asimismo, realizar levantamiento de peso no adecuado puede resultar una exigencia más de la debida. Es muy importante escuchar y prestar atención a los signos de alarma y a las indicaciones médicas.
La frecuencia también se debe combinar en forma individual, pero en líneas generales el ejercicio físico practicado en forma regular brinda ventajas y beneficios inmejorables para acompañar y llevar adelante el tratamiento en forma integral y mejorar así la calidad de vida.

El siguiente material no pretende sustituir en ningún caso las consultas en tu visita médica, si no ser una guía para potenciar las conversaciones con tu médico, ante cualquier duda por favor consultá con tu profesional de la salud.