Este material es de carácter educativo e informativo únicamente, no sustituye ni reemplaza la consulta médica, y en ningún caso deberá tomarse como consejo, tratamiento o indicación médica. Ante cualquier duda deberá consultar siempre con su médico tratante.
Es muy conocida la relación entre el consumo de tabaco y la posibilidad de padecer un cáncer de pulmón. De hecho, si no se fumara, sería una verdadera rareza médica. Esto que hoy parece tan simple fue muy complicado de demostrar.
Hace poco más de 60 años, el médico británico Richard Doll (1912-2005) cambió todo lo que se creía hasta ese entonces sobre el hábito de fumar. Doll fue el primero que sugirió que había una relación entre el tabaco y el cáncer de pulmón. El científico, junto a colegas del Consejo Médico de Investigación de Reino Unido (MRC), publicó un estudio en 1954 en el que por primera vez se afirmaba que había una conexión entre fumar y la enfermedad. Y ese resultado cambió las mentes y vidas de millones de personas en todo el mundo.
El trabajo de Doll fue muy controvertido y discutido en su momento. Finalmente, fue reconocido y premiado, abriendo las puertas a una nueva era en el conocimiento de los daños del tabaco.
Antes de eso, en nuestro país, un visionario como el doctor Ángel Roffo realizó una serie de estudios concluyendo que el alquitrán del tabaco estaba relacionado con cáncer de pulmón y de vejiga, concluyendo que: “era absolutamente necesario una enérgica campaña contra el mal hábito de fumar, como una manera de prevenir el cáncer”. Había diseñado unos afiches que tenían una frase adelantada a su época que decía “No fume, sea hombre de carácter”.
Muy a pesar de los esfuerzos de algunos científicos, la enfermedad avanzó a paso firme hasta convertirse en un verdadero flagelo y el consumo de cigarrillos siguió creciendo sin pausas hasta hace muy poco tiempo, en que se empezó a tomar conciencia lentamente y las cifras de consumo comenzaron a disminuir.
Al día de hoy, el cáncer de pulmón tiene una relevancia muy significativa y genera una situación muy particular. Al recibir el diagnóstico de cáncer de pulmón, mucha gente continúa fumando a pesar del mismo. Esto requiere una explicación. ¿Por qué una persona que recibe un diagnóstico de este tipo continúa consumiendo el producto que lo llevó a este lugar? Y eso es un tema de análisis sociológico. Tal vez el hecho de contener una sustancia fuertemente adictiva, como la nicotina, sea una de las razones principales. Otra podría ser la visión fatalista y errónea de que como no queda nada que hacer es mejor seguir fumando y no privarse del supuesto “placer” que eso conlleva. Esa idea del vínculo cigarrillo-placer está muy arraigada incluso en muchos integrantes del colectivo sanitario que, tal vez, no pongan énfasis suficiente en fomentar la cesación tabáquica en estos pacientes. Sería como decir… ¿con todo lo que le pasa a esta persona encima le voy a privar uno de los pocos placeres que le quedan?
La idea es transmitir que dejar de fumar es muy bueno, provoca un enorme placer, quita la culpa que está relacionada con ese acto en circunstancias como esa, favorece el tratamiento, aumenta la chance de curación y además de todo eso… es absolutamente posible.
Pero vamos a ir por partes. ¿Al recibir un diagnóstico de cáncer de pulmón, los pacientes dejan de fumar?
La respuesta es que muchos dejan, pero hay un 30% que continúa fumando a pesar del diagnóstico. También son muchos los que dejan y recaen luego de un tiempo. Esta situación les genera angustia y culpa, pero de alguna manera no consiguen salir de ella.
¿Por qué deberían dejar de fumar?
Hay muchas razones. Algunas se desprenden de lo dicho anteriormente, como aliviar la culpa y calmar la angustia que provoca. Pero además hay una mejor evolución en aquellos que dejan de fumar. Los tratamientos son mas efectivos, la cirugía presenta menos complicaciones. Mejora la función pulmonar, aumenta la sobrevida de manera significativa, aumenta también la calidad de vida. Permite recuperar la autoestima, que está deteriorada en ellos y la autoeficacia, que no es más que sentir que pueden lograr lo que se proponen. En fin, sobran razones para dejar de fumar.
¿Entonces, por qué no lo logran?
Tal vez el problema está en que no lo intentan de manera adecuada. Y en ese intento también puede suceder que el personal de salud a veces no realiza el esfuerzo suficiente para acompañar al paciente, o el entorno puede no ser el adecuado. Pero quizás la razón más frecuente por la que cualquier paciente fracasa en su intento para dejar de fumar es que lo intenta en soledad, sin ayuda; y el tabaquismo constituye la adicción con más bajo índice de éxitos en cesación espontánea. Solo lo consigue entre un 3% y un 5%. La búsqueda de ayuda conduce a un tratamiento y estos aumentan significativamente las chances de tener éxito en el intento. Los pacientes que buscan ayuda y reciben tratamiento tienen altas chances de lograrlo.
¿Qué dicen los pacientes que reciben el diagnóstico de cáncer de pulmón, respecto al cigarrillo?
En una encuesta realizada en pacientes con cáncer de pulmón, luego de una cirugía por cáncer de pulmón, se les preguntó sobre el tabaquismo y apoyo para dejar de fumar después del diagnóstico. Algunas de las respuestas fueron:
- “Lo más frecuente que hizo el equipo médico fue no hablar acerca del tabaquismo”.
- “Algunos encontraron difícil admitir que fumaban”.
- “Todos los pacientes querían hablar de su tabaquismo”.
- “Todos querrían haber sido no fumadores”.
- “Algunos recaen y casi todos los que recayeron argumentan que “no tuvieron elección”.
- “Las recaídas ocurrieron después de la salida del hospital”.
En definitiva, estamos frente a un grupo de pacientes que tienen una enfermedad seria, que sienten culpa y responsabilidad por tenerla, que quieren dejar y no pueden, que muchas veces padecen un cuadro depresivo y que a veces no son correctamente acompañados por el equipo de salud y los familiares y amigos cercanos. A esos pacientes corresponde ofrecerles un tratamiento adecuado para ayudarlos a que dejen de fumar.
¿En qué consiste un tratamiento para dejar de fumar?
Está comprobado que la asociación de terapia conductual y soporte farmacológico es el mejor abordaje. La terapia conductual no es otra cosa que decirle qué es lo mejor que puede hacer en cada momento del proceso y cómo superar los momentos difíciles que se le presentan, y la terapia farmacológica es fundamental para el control de los síntomas de abstinencia que aparecen al suspender el consumo y que suelen ser muy molestos.
El paciente fumador tiene temor de dejar de fumar, piensa que al suspender la abstinencia será insoportable, que va a tener síntomas que no va a poder tolerar. Siente que el cigarrillo lo calma, lo acompaña, lo ayuda. No conciben ni imaginan su vida sin fumar, no se pueden ver sin un cigarrillo en la mano. Lo primero que hay que hacer es animarlos en el intento, convencerlos de que es posible dejar de fumar con ayuda y tratamiento. Que no fumar es un gran logro que provoca una enorme alegría. Hay que trasmitirles que no van a estar solos en el intento, que los vamos a acompañar y los vamos a ayudar a superar el momento.
Se empieza trabajando con tres estrategias que son claves para el intento: pensar, controlar y romper el automatismo. Hay que lograr que el fumador se conozca como tal, desmitifique el acto de fumar, quite del “objeto cigarrillo” todas las cosas que le ha puesto. El cigarrillo no calma ni tranquiliza, no resuelve problemas ni aumenta las alegrías. Lo único que hace es calmar la necesidad de fumar. El fumador piensa que sin el cigarrillo no será el mismo nunca mas y que dejar de fumar será una pérdida inestimable.
Para comenzar hay que conseguir que no encienda un cigarrillo automáticamente, que pueda controlar algunos de sus cigarrillos más importantes, como el primero de la mañana, el de después de comer y el de antes de ir a dormir, por ejemplo. Que sienta que el control pasa a sí mismo y deja de estar en el cigarrillo que lo ha dominado durante todo este tiempo.
Hay que fijar un día para dejar de fumar, al que llamaremos: Día D, para darle connotación de importancia y hay que administrar medicación para controlar la abstinencia. La medicación es segura y es efectiva a la hora de controlar los síntomas desagradables. Luego de eso hay que continuar con el acompañamiento durante un tiempo significativo, que está entre los 4 y 6 meses.
¿Quién debe iniciar el tratamiento?
Los tratamientos para dejar de fumar son resorte del equipo de salud en pleno, pero en este caso el primer médico que toma contacto luego del diagnóstico es el que debe iniciar el camino. El oncólogo es clave en la sugerencia y la incentivación para el intento. Las dos palabras claves en esta etapa son: Motivación y Compromiso. Hay que conseguir que el paciente tenga la suficiente motivación para dejar de fumar y esté decidido a hacer su mejor esfuerzo para que sea más efectivo el intento.
El oncólogo puede involucrarse en el tratamiento o bien sugerir su derivación a un equipo especializado compuesto por un especialista en tabaquismo y un profesional de salud mental para colaborar activamente en el proceso.
¿Cuándo es conveniente iniciar?
Lo más pronto posible. Una vez realizado el diagnóstico hay que hablar con el paciente y proponer la cesación tabáquica de inmediato. Cuanto más precoz sea el inicio del tratamiento antes dejará de fumar y cuanto antes deje, más temprano se verán los beneficios por haberlo hecho.
Los pacientes que dejan de fumar, en su mayoría, dicen dos cosas al finalizar el tratamiento. La primera es que les resultó más fácil de lo que pensaban. La segunda es que se sienten muy felices. Son dos puntos a aprovechar en estas circunstancias.
En resumen, un porcentaje importante de pacientes a los que les diagnostica un cáncer de pulmón continúan fumando luego del diagnóstico o dejan y recaen. Dejar de fumar es muy importante en estos casos, es fundamental en la evolución y el éxito del tratamiento que se realice. La intervención del personal sanitario es clave para lograr el objetivo. Con ayuda y tratamiento adecuado dejar de fumar es mucho más fácil. Hay una sola cosa que reemplaza realmente al placer de fumar y es el placer de NO fumar nunca más.